FLORES DE SAÚCO ESCALDADAS– Cuando alguien sufría una de esas ronqueras que casi le impedían hablar mi abuela cogía un buen puñado de flores de saúco secas y las echaba en una palangana repleta de agua caliente. Y le pedía a la persona que estaba ronca que tomara los vapores de esta planta tan utilizada desde siempre para aliviar las afecciones de las vías respiratorias.
GÁRGARAS CON TAMARINDO– Y si no tenía flores de saúco, se servía de otro remedio muy efectivo para acabar con la ronquera: preparaba una infusión de frutos del tamarindo, y, después de filtrarla y dejarla entibiar, la daba a la persona afectada por la ronquera para hacer gárgaras.
JARABE DE CEBOLLA– Tanto el saúco como el tamarindo son remedios para la ronquera momentánea, pero si se padecía a menudo mi abuela recomendaba un jarabe que preparaba con dos cebollas, tres cucharadas de miel y un litro de agua, y que hervía a fuego lento durante una hora. Aconsejaba tomar cuatro cucharadas al día.