
EL FRESCOR QUE CURA LA PIEL– Mi abuela notaba un gran alivio cuando se frotaba la piel con las aromáticas hojas de la menta piperita. Cogía unas ramitas, las picaba bien en el mortero para que soltaran el jugo y luego se la aplicaba directamente sobre el cuerpo. También hacía infusiones de esta hierba que luego añadía el agua a los baños que se daba cada noche.
ORTIGA CONTRA ORTIGA– Y si lo que le provocaba la urticaria era la ortiga, lo que hacía mi abuela era combatir el fuego con fuego: se tomaba una infusión de ortiga, que preparaba con una pizca de la planta en una taza de agua caliente. A veces incluso se aplicaba un poco del jugo que le extraía a la ortiga en la zona irritada por la planta.
EL RECURSO DEL HIELO– Cuando el picor era tal que no lo podía aguantar, mi abuela solía ir a la nevera y sacaba un par de cubitos de hielo para frotarse con ellos la piel irritada, procurando no detenerse en ninguna zona de la piel.