CATAPLASMA DE NABOS– Nada mejor que una cataplasma no excesivamente caliente para aliviar la inflamación de los senos. ¿De qué? Pues de lo que sea mientras se pueda aplicar tibia y no sea perjudicial. Mi abuela prefería aplicarse cataplasmas templadas de nabos o de patata, que guardaban muy bien el calor. Machacaba con un tenedor los nabos o las patatas tras hervirlos, los dejaba enfriar y se los ponía tibios en los senos con ayuda de una gasa durante doce minutos.
VIOLETAS CON MlEL– Además de estas cataplasmas, mi abuela solía prepararse otras con hojas de violeta, miel y agua. Trituraba un puñado de hojas de estas flores, las mezclaba con un par de cucharadas de miel y un chorro de agua tibia y se aplicaba la pasta en los senos, también durante doce minutos.
BEBE DIENTE DE LEÓN– También es conveniente tratar la dolencia desde dentro. Mi abuela recomendaba las infusiones de diente de león (dos al día) mientras duraran las molestias de los senos.