MASTICAR AJO CRUDO– No sólo porque te colocaba alrededor del cuello un paño humedecido en vinagre. También porque te hacía tomar un diente de ajo crudo a palo seco y masticado lentamente para que sus propiedades curativas pudieran actuar muy bien sobre las amígdalas. Yo recuerdo que me resistía a comer un diente de ajo crudo y mi abuela me daba la opción de tomar un vaso bien caliente de la cocción de ajos crudos. El sabor no era una maravilla, pero al menos se soportaba mejor.
MlEL DE BREZO EN LA TAZA– Lo que también nos daba a tomar (y tenía mucho mejor sabor) era una infusión de corteza de olmo muy bien endulzada con dos cucharadas de rica miel. Pero no nos echaba en la taza cualquier tipo de miel; nos daba la de flores de brezo, que es la más indicada para los catarros y los problemas del aparato respiratorio. Evitar si se nota acidez de estómago.
GÁRGARAS CON TAMARINDO– Aparte de esta infusión, recuerdo que mi abuela nos preparaba otra hecha con tamarindo, pero no para tomarla. Nos la daba calentita para que hiciéramos gárgaras dos veces cada día, por la mañana y por la noche.