EL SANO LIMÓN– El limón es un potente desinfectante. Si te has hecho una herida, o te han operado recientemente, conseguirás una rápida cicatrización tomando a diario y en ayunas el zumo de dos limones. Si el limón no te pasa, puedes rebajarlo con agua o tomarlo con cañita. El zumo de limón también puede aplicarse externamente, siempre y cuando se trate de una herida sin importancia, ya que desinfecta y acelera la cicatrización.
EL FRESCO EUCATIPTO– Mi abuela solía lavarnos las heridas con agua de eucalipto. Este agua se preparaba añadiendo tres cucharadas de hojas de eucalipto en un litro de agua hirviendo. Lo dejaba reposar unos minutos, lo filtraba y, una vez frío, ya estaba listo para usar (sólo uso externo). Gracias al eucalipto, las heridas cicatrizaban rápidamente.
DULCE REMEDIO– La miel de abeja, preferentemente sin procesar, es una de las sustancias cicatrizantes más antiguas y eficaces que existen. Aplicando un poco de miel directamente sobre las heridas se consigue que cicatricen antes y mejor.