FRESNO- Cuando hacían falta remedios más contundentes, mi abuela preparaba lo que ella misma había bautizado con el nombre de “cocido de fresno”. Consistía en cocer a fuego lento, durante un cuarto de hora. una cucharada de mundillo y media de fresno espinoso en tres cuartos de litro de agua. A continuación, lo colaba y frotaba la zona afectada con el líquido obtenido procurando eso sí, que ya no quemara.
AVENA– Cuando mi abuelo llegaba del campo cansado y dolorido, mi abuela le preparaba sus famosas “gachas”. Hervía unos cuantos puñados de harina de avena y, cuando ya estaba en su punto, la extendía, aún caliente pero sin que quemase, sobre la zona dolorida. Para mantener el calor lo tapaba con un paño y una toalla. Una hora con este emplasto solía bastar para aliviar considerablemente el dolor.
ORTIGAS– Si la espalda te da la lata, toma un baño de agua caliente a la que habrás añadido una infusión de ortigas. Esta planta, a pesar de su mala fama, resulta muy útil para calmar el dolor.