MASAJE QUE VIENE DE LAS ABEJAS– Dejando a un lado el dolor propio de la dislocación, resultaba muy agradable la sensación producida por la miel caliente sobre la piel, que aliviaba el padecimiento. Mi abuela calentaba al baño María un par de cucharadas de miel y, cuando estaba tibia, me practicaba un suave masaje sobre la zona. Después recolocaba la dislocación y hacia un vendaje.
ACEITE CON MENTA– Además de la miel, había quien prefería hacer masajes con aceite de oliva en el que se había dejado macerar unas cuantas hojas de menta. El masaje debía practicarse de la misma forma, suavemente y procurando que la piel fuera absorbiendo el aceite.
ÁRNICA BIEN CALIENTE– No deberíamos olvidarnos de la árnica, muy apropiada para tratar los contratiempos de huesos y articulaciones. Para las dislocaciones, nuestras abuelas llenaban recipientes con agua caliente y dos puñados de árnica y hacía colocar la articulación afectada encima para que se beneficiara de los vapores.